Google
 

sábado, 29 de marzo de 2008

Sol y... nieve

Estos primeros días de la primavera han sido lo más parecido a un invierno que hemos tenido en Helsinki. Temperaturas que no suben de 0º durante varios días, mínimas de entre -8º y -10º, y sobre todo, nieve. A continuación cuelgo una gráfica de la temperatura de un día cualquiera de hace una semana:

Por supuesto, nada que ver con un invierno normal en Helsinki, pero algo es algo. El frío se soporta bien siempre que no haga mucho viento, y siempre que no te quedes parado en la calle. En cualquier caso, lo mejor que ha traído esto ha sido una buena cantidad de nieve, que algunos días ha llegado a unos 30 cm de espesor, combinada con muchos días soleados. Es impresionante cuando se mezclan las dos cosas, porque acostumbrado a una Finlandia oscura y triste, cuando hay Sol y nieve todo parece brillar. De alguna forma esos días me ponen contento, y me inyectan mucho optimismo. A los fineses les ocurre algo parecido, creo yo; de hecho, si vas a comprar al supermercado un día de esos, la cajera puede que incluso ¡te sonría!.















































Por cierto, que estos días se ha probado la efectividad de los neumáticos fineses: el tráfico circula casi con toda normalidad aunque haya una capa de nieve o hielo en las carreteras. Sólo cuando los autobuses frenaban en las paradas perdían un poco el control, alguno de ellos comiéndose el adoquín.

Y nada más por ahora. Después de casi un mes sin escribir, espero poder poner próximamente a mis asiduos lectores al día con las cosas que han ocurrido por aquí las últimas semanas, especialmente, la visita de parte de la family.

martes, 11 de marzo de 2008

Free Sitsit

Hoy he estado estudiando un rato en un aula que tienen reservada algunos de mis colegas españoles para hacer sus proyectos. En principio me iba a pegar allí toda la tarde, pero entre ir a buscar un café, ver mis correos, y abrir el libro, la verdad es que no he aprovechado el tiempo.
Alrededor de las 6, ha empezado a acumular un montón de gente fuera del aula (algo impensable en el departamento de informática, donde después de las cinco es difícil ver a alguien). Después de un rato, hemos visto que la gente se ha puesto a cenar, y además ha ido algún guitarrista a tocar, y otro tío a cantar. Con curiosidad, hemos estado mirando fuera del aula un poco para ver si conocíamos a alguien, y de repente me he dado cuenta que uno de mis compañeros de trabajo, el ruso Sergey, estaba allí, y curiosamente en la misma mesa que mi compañero de piso, el chino dios-sabe-cómo-se-llama. Me he acercado a hablar un poco con ellos, y Sergey me ha dicho que la cena era para los que habían trabajado en un proyecto que terminó hace algún tiempo. Como había mucha gente, me ha dicho que yo también podía cenar si quería, porque nadie se iba a dar cuenta. Después de pensármelo un poco, he pillado un plato, lo he llenado de carne y champiñones, y me he sentado en un sitio libre al lado de ellos.
La conversación ha sido amena, aunque mayormente friki-informática. En mi mesa había, además del ruso y el chino, un peruano (qué raro, un hispanohablante en Finlandia), un finés casado con una peruana, otro chino (¡están en todas partes!) y algún otro desconocido con el que no he hablado.
La cena estaba buenísima, sobre todo acompañada con un poquillo de vino, y el postre también merecía la pena. Lo que me pregunto es cómo en mi departamento cocinan tan bien algunas veces y tan mal los días normales.

martes, 4 de marzo de 2008

Cosillas

Eso de tener un móvil con cámara hace que uno pueda captar todo lo que le llame la atención, y que normalmente no se puede por no tener siempre una cámara de verdad a mano. Revisando las fotos, he visto algunas dignas de colgar aquí (así, además, relleno huecos, que tengo la bitácora muy abandonada).

La primera es simplemente el mar Báltico congelado, algo raro de ver este año, pero que en inviernos normales ocurre desde diciembre a abril.


La segunda la hice un día que me olvidé la llave magnética de Nokia en casa, y me tocó volverme por la orilla del mar. Hacía un frío que pelaba, pero esta familia de patos no tenía ningún problema (insensatos, ¡id a África!). Es sólo una prueba más de que el cambio climático afecta a los animales, sobre todo a los migratorios, muchos de los cuales este año se han quedado por aquí. Por cierto, los colegas no tenían miedo de la gente; de hecho, si os fijáis están corriendo hacia mí con cara de asesinos.

La que viene ahora la tomé el día del Kalevala, un libro tan importante para los fineses que celebran el día en que se publicó como una fiesta nacional. Impresiona un poco ver por todas partes donde haya un palo firme (bueno, casi todas) una bandera de Finlandia, a cada cual más grande. Si en España hicieran eso, enseguida les llamarían falangistas.


La siguiente es simplemente mi adusto espacio de trabajo en Ruoholahti. Cuando pueda publicaré más fotos del interior del edificio de Nokia, porque está bastante guapo.

Foto eliminada (acabo de enterarme que no se pueden hacer fotos dentro del edificio)


La última puede parecer un poco absurda, pero representa algo muy característico de los fineses: la puntualidad enfermiza. Estos días que estoy tomando el autobús a diario, les estoy observando bien, y son todos iguales: normalmente llegan a la parada de autobús un buen rato antes de que pase, y se quedan mirando hacia la dirección de la que va a venir, sin apartar la vista para nada. Si el autobús se retrasa 30 segundos (lo cual es raro que ocurra), empiezan a moverse nerviosamente, pero siempre mirando al horizonte. Bueno, vale, suena a tontería que me choque tanto, pero vosotros (hablo a los que me leen desde España) no habéis estados rodeados por hordas de fineses ávidos por subir al bus.

The Swedish Dream

El sábado Gaby nos dejó en busca de una vida mejor en Estocolmo. Bueno, realmente es que va a hacer allí su Master's Thesis, imagino que porque tras estudiar un año allí, conocería a algún pinche profesor que la ayudase. Ah, bueno, y porque según sus palabras, "Helsinki es una mierda" (y no lo dijo en voz baja, no).
Bueno, el caso es que el viernes tuvimos una velada de despedida, con cine (fueron a ver la última de Bardem), cena mexicana en un restaurante que se llama Santa Fé (con tilde) y luego un bar rockero. La comida estuvo muy buena, pero demasiado picante para mi gusto, porque se ve que tenía por las dos partes, la finesa y la mexicana (un chingo de chile, wey). En la cena éramos 12, así que nos costó bastante encontrar sitio, y empezamos a cenar a las 11. El bar era bastante curioso, porque estaba abierto a una de las múltiples pseudogalerías que hay por Helsinki, en la cual, por cierto, había un restaurante chino que cerraba a las 5 o 6 de la mañana (y no lo digo con doble intención, Gaby).


En fin, la noche estuvo chida, pero no por ello deja de ser una pena que Gaby nos deje. Lo hemos pasado muy bien juntos, con el viaje a Tallin, las decenas y decenas de comidas en Dipoli, su "¡no es sieeeerto!" e incluso alguna que otra noche de pasarnos tomando juntos. El hecho de que se vaya me recuerda que llevo aquí seis meses, y que sólo me quedan tres de Erasmus, que no voy a poder disfrutar como el Dios Erasmus manda por el trabajo y las clases (lo cual está bien culero). Puede que me quede aquí este verano, pero la gente se habrá ido, y no será lo mismo.