Llegamos a las cabañas el viernes por la noche, tras hora y pico de autobús. Yo imaginaba que el viernes nos lo íbamos a tomar de tranki, para reservar fuerzas para el sábado, pero nada más lejos de la realidad.
Al llegar, la encargada del hotel que lleva esas cabañas nos dio una llave para cada casa, pero una de ellas no funcionó, así que Juanjo y yo fuimos a que nos cambiase la llave. Nos dio otra que tampoco funcionaba, y al final nos trasladaron a otra cabaña más alejada de la primera, donde vi un hacha y la cogí. Al final, las chicas consiguieron la cabaña que queríamos en cinco minutos (no sé cómo, porque Juanjo y yo lo habíamos estado intentando durante mucho tiempo sin éxito alguno), pero yo me quedé con el hacha de la otra casa, porque sabía que luego nos iba a hacer falta...
Tras instalarse cada uno en su habitación, nos juntamos todos en una de las cabañas y nos sentamos para hablar, beber y picar algo mientras escuchábamos algo de música. Entretanto, algunos de nosotros nos fuimos a hacer un reconocimiento de los alrededores, y especialmente del lago. Éste estaba totalmente congelado, con una capa de hielo de unos 15 o 20 cm, así que se podía andar perfectamente sobre él, siempre llevando cuidado de no pegarte una buena hostia por un resbalón. Decidimos intentar hacer un agujero en el hielo para bañarnos en el lago, así que fuimos a por el hacha, y empezamos a picar como unos locos.
Tras unos 15 minutos, teníamos ya un agujero decente, y sólo quedaba sacar el témpano de hielo roto de él (siempre podríamos haberlo metido debajo de la capa congelada del lago, pero preferimos llevarlo fuera de él). Sacar ese pedazo de hielo, que pesaría más de 50 kg, nos costó casi más que hacer el agujero, porque al agarrarlo se deslizaba de las manos, y había que tener huevos para tener la mano tocando el agua durante mucho tiempo. Finalmente pudimos hacerlo entre cuatro personas, con la ayuda de los guantes impermeables de Chiskus y haciendo palanca con el hacha. Luego volvimos a la cabaña con nuestro trofeo (4 pedazos gigantes de hielo), y nos unimos al resto de gente.
Poco a poco, el volumen de la música iba subiendo, y la charla fue evolucionando a fiesta. Tras unas tres horas, decidimos que ya habíamos tenido suficiente, y nos fuimos a la sauna.
Para cuando entramos, la sauna todavía no estaba demasiado caliente (estuvo toda la noche rondando los 60 o 70 grados). Aun así, el efecto era casi el mismo que el que produce a más temperatura, sobre todo porque íbamos echando mucha agua a las piedras calientes, con lo que la humedad (y por tanto la sensación de calor) era muy alta. Cuando vimos que estábamos lo suficientemente "calientes", nos fuimos corriendo a bañarnos al lago, como manda la tradición.
Una vez en el lago, mirando el agujero, hubo un momento de duda. Al final, en un arranque de no pensar lo que estaba haciendo, me lancé al agua "para romper el hielo", porque si no parecía que nadie iba a dar el primer paso. Después de mi, otros cuatro se metieron al agua en turnos, y tras un minuto flipando por lo que habíamos hecho, volvimos volando a la sauna.
Después de unas 5 sesiones de sauna, dos baños en el hielo, un porral de fotos y un fregadero sucio, nos fuimos a dormir a eso de las 6:30 de la madrugada.
To be continued...